Contando dígitos
Las grandes economías se desarrollaron durante el siglo XX gracias a vastas y costosas redes de telecomunicaciones o de cables eléctricos. Los países emergentes ya están comprimiendo décadas de este tipo de inversión en simples años gracias a unas telecomunicaciones móviles eficientes y relativamente baratas y a unas fuentes de energía sostenibles y generadas localmente a pequeña escala. Estas, a su vez, aportan eficiencias económicas sin precedentes al permitir que una cantidad cada vez mayor de personas acceda a la información –desde precios del mercado hasta métodos para arreglar un motor– y a servicios esenciales para el crecimiento económico, sobre todo las finanzas y la banca.
La digitalización es el proceso de aprovechar la información digital para mejorar la eficiencia económica y los procesos empresariales. La transformación digital de las últimas décadas ha sido equiparable a las tres revoluciones tecnológicas anteriores, cada una de las cuales dio lugar a un cambio radical en el desarrollo humano: la imprenta, la máquina de vapor y la generación de electricidad.
La digitalización ha experimentado la aceleración de la adopción tecnológica. Es fácil olvidar el tiempo que tardaron en imponerse las tecnologías que ahora damos por sentadas, incluso en la primera economía del mundo. Por ejemplo, en 1915, solo el 10% de los estadounidenses tenía acceso a un automóvil. La proporción no alcanzó el 90% hasta 1989. En el caso de la energía eléctrica, se tardó 40 años en lograr una adopción equivalente. En lo que respecta a los teléfonos fijos domésticos, se tardó 66 años. En cambio, el paso equivalente en la penetración de la telefonía móvil tardó tan solo 22 años, y el ordenador apenas un poco más en generalizarse a un nivel similar1.
Parte de este salto se debe a los extraordinarios avances de la complejidad tecnológica y la simultánea caída de los precios. La ley de Moore –que afirma que la capacidad de los transistores de los microchips se duplica cada dos años– significa que en 1971 el chip más avanzado tenía poco más de 2.000 transistores, pero en 2020 el número había alcanzado unos 50.000 millones. Esto, a su vez, dio lugar a un gran aumento de la potencia informática. En 1993, el principal superordenador del mundo podía realizar 123.000 millones de operaciones por segundo. En 2021, esa cifra había alcanzado los 442.000 billones. Entretanto, el coste de la tecnología se desplomó. Así, por ejemplo, en EE.UU. el precio de un televisor equivalente bajó un 96% en los veinte años transcurridos hasta 20172.