Prólogo
En los últimos 30 años se ha producido una mejora de la prosperidad humana mayor que la de todos los siglos anteriores juntos.
Hemos construido más carreteras, edificios y máquinas que nunca. Ha aumentado la longevidad y la salud de la población, y el acceso a la educación es mejor que nunca. El PIB medio per cápita se ha multiplicado por más de 15 desde 1820. Actualmente, más del 95% de los recién nacidos sobreviven hasta cumplir los 15 años, frente a tan solo uno de cada tres en el siglo XIX1.
Sin embargo, se ha tenido que pagar un alto precio por este progreso. Mientras el ser humano prosperaba, la naturaleza sufría.
Los seres humanos, para alimentar a una población que no deja de aumentar, están llevando a especies animales y vegetales a la extinción y están destruyendo sus hábitats. Además, desde hace algunas décadas, consumen más recursos naturales de los que la Tierra puede reponer de forma natural en un periodo de 12 meses, agotando lo que queda disponible para las generaciones futuras2.
Poner fin a esta relación insostenible exige una comprensión más profunda del impacto de la biosfera en el bienestar humano y de su contribución al crecimiento económico. Los responsables de las políticas económicas ahora consideran que la protección de la biodiversidad es una prioridad tan urgente como frenar el calentamiento global.
La Conferencia de la ONU sobre Diversidad Biológica (COP15) que se celebrará en Montreal en diciembre, la mayor en una década, tendrá como objetivo acordar objetivos innovadores de protección de la naturaleza para 2030.
Pero estos esfuerzos no deberían limitarse al ámbito político. El sector financiero también debe desempeñar un papel más activo. Como administrador del capital global, el sector financiero se encuentra en una posición privilegiada para contribuir a crear una economía que vaya a favor de la naturaleza, en lugar de contra ella.Puede facilitar una transición positiva para la naturaleza, transformando la forma en que asigna capital a las empresas y desarrollando nuevos modelos para valorar con mayor precisión los riesgos y las oportunidades en materia de biodiversidad.
Cabe destacar que, al canalizar la inversión hacia empresas que desarrollan tecnologías y servicios medioambientales avanzados, el sector financiero ha contribuido a mejorar la eficiencia en todo tipo de actividades, desde el consumo energético hasta la agricultura, el comercio y el transporte.
Por ejemplo, gracias al desarrollo de la agrotecnología, el mundo puede producir casi tres veces más cereales en un terreno determinado que en 1961.1
El índice de mejora de una cosecha media de cereales ha superado al del crecimiento demográfico. Sin embargo, el grueso de las inversiones convencionales se destina a actividades económicas tradicionales que, tanto voluntaria como involuntariamente, causan daños medioambientales y sociales.
El sector financiero, por lo tanto, debe sumar su peso al esfuerzo global por reducir los daños, al tiempo que se potencia la recuperación de la naturaleza.
Todo esto explica por qué Pictet Asset Management se ha convertido en socio fundador de un nuevo programa de investigación a nivel mundial, de cuatro años de duración, que tiene por objetivo contribuir a que el sector financiero desarrolle estrategias destinadas a proteger el capital natural y detener la pérdida de biodiversidad.
El programa Finance to Revive Biodiversity (FinBio), que estará supervisado por el Stockholm Resilience Centre de la Universidad de Estocolmo, pretende impulsar investigaciones indispensables que ayuden al sector financiero a transformar las prácticas actuales (que premian el crecimiento a expensas de la biodiversidad), creando un nuevo modelo que capte con precisión la contribución positiva de las empresas a la naturaleza - acordándole un valor económico.
Financiado por la Fundación Sueca para la Investigación Ambiental Estratégica (Mistra), el programa abrirá nuevas vías al congregar un consorcio heterogéneo de investigadores académicos que rara vez interactúan entre sí, además de a participantes del sector financiero.
El consorcio se ha fijado unos objetivos ambiciosos. El primer cometido es traducir los datos sobre biodiversidad y capital natural en indicadores que los gestores y propietarios de activos puedan comprender y utilizar.
El segundo objetivo es establecer un marco financiero que facilite el desarrollo de una nueva clase de activos financieros alineados con la naturaleza, un capital que pueda aprovecharse para alcanzar objetivos de la biodiversidad y construir una economía genuinamente sostenible.
El sector financiero –bancos, gestoras de activos y propietarios de activos– lleva demasiado tiempo pasando por alto la amenaza que supone la pérdida de biodiversidad para la prosperidad y el crecimiento humanos. Ahora debe reconocer el papel crucial que tiene que desempeñar para restaurar la biosfera y asentar la economía sobre una base más sostenible.