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Empresas y biodiversidad

Noviembre 2021
Material de marketing

Frenar la pérdida de biodiversidad: la nueva pérdida neta cero

En un artículo de opinión publicado en Barron's China, el CEO de Pictet Asset Management, Laurent Ramsey, explica por qué la protección de la biodiversidad debe ser una prioridad tanto para las empresas como para los inversores

La naturaleza siempre ha sido fundamental para la salud humana.

Los habitantes de la antigua Mesopotamia empleaban cientos de plantas, como la amapola y el mirto, para tratar heridas y enfermedades, y muchos de estos tratamientos naturales siguen utilizándose hoy en día. De hecho, según algunas estimaciones, más de un tercio de los medicamentos modernos se derivan de la flora y la fauna, y la industria farmacéutica utiliza hasta 70.000 especies diferentes de plantas.

Por lo tanto, cuando la naturaleza prospera, los seres humanos también están más sanos. Por desgracia, lo contrario también es cierto.

Debido a la degradación de la biodiversidad provocada por el rápido desarrollo económico, el mundo ya está perdiendo un fármaco potencialmente crítico cada dos años1.

Por ejemplo, la especie de tejo del Himalaya que se utiliza para producir Taxol, un fármaco de quimioterapia utilizado en el tratamiento del cáncer, está al borde de la extinción debido a la sobreexplotación y a su recolección destinada a combustible2.

Sin embargo, las terapias médicas representan una mínima parte de lo que los seres humanos pueden perder por causa del agotamiento de la biodiversidad de la Tierra.

Una biosfera sana garantiza que el mundo esté suficientemente abastecido de alimentos, aire limpio, agua y suelo fértil; también crea las condiciones en las que tienen lugar procesos esenciales como la polinización, la protección frente a las inundaciones y la captura y almacenamiento de carbono.

Todo esto se ve amenazado por la pérdida de biodiversidad. Ya se han realizado varios intentos de cuantificar el riesgo.

La Organización de las Naciones Unidas ha desarrollado un modelo que trata los recursos del planeta como “capital natural”, un activo como cualquier otro de los que aparecen en el balance de una empresa. Según este marco, los suministros de agua limpia, suelo fértil y minerales de la Tierra forman el capital social del que los seres humanos obtienen cuatro “servicios ecosistémicos” esenciales: aprovisionamiento, regulación, soporte y cultura (véase el gráfico).

Se calcula que el valor económico de estos servicios asciende a 140 billones de USD al año –es decir, un 60% más que el PIB mundial3.

Servicios ecosistémicos: una subvención para la humanidad
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Fuente: Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de la ONU, Pictet Asset Management

Al consumir rápidamente este capital natural y no invertir en la preservación de su valor, los seres humanos ya han degradado gravemente un 60% de los servicios ecosistémicos del mundo.

Dada la magnitud de la amenaza, sería lógico pensar que revertir la pérdida de biodiversidad debería ser una prioridad tanto para las empresas como para los inversores, especialmente en la era del capitalismo responsable.

Pero no lo es.

El calentamiento global y las emisiones de carbono siguen siendo las principales preocupaciones no financieras. Aunque cada vez más empresas se comprometen a implantar planes para alcanzar un nivel de cero emisiones netas, pocas consideran la pérdida de ecosistemas naturales como una responsabilidad corporativa.

Para ser justos, es fácil ver por qué.

La biodiversidad es complicada. A diferencia del cambio climático, que cuenta con una amplia infraestructura de investigación y objetivos físicos bien definidos, la biodiversidad es un sistema desordenado y dinámico que no se presta fácilmente al análisis práctico. Por ejemplo, más del 80% de las especies del mundo –y, por tanto, sus hábitats– no han sido aún descubiertas por la ciencia4.

Sin embargo, dada la estrecha relación entre el clima y la biosfera, las dos crisis solo pueden abordarse juntas.

Nada lo demuestra mejor que un reciente estudio que demuestra que los ecosistemas oceánicos y terrestres cada año eliminan de la atmósfera alrededor de la mitad de las emisiones antropogénicas de CO2.

Dicho de otro modo, la biosfera elimina gratuitamente la mitad de nuestra “deuda climática” cada año –una enorme subvención para la economía mundial5.

El auge de la contabilidad verde

¿Cómo podrían responder las empresas al problema de la pérdida de biodiversidad?

Para empezar, las empresas deberían reconocer la amenaza que supone la pérdida de biodiversidad para sus cuentas de resultados.

Estos riesgos pueden manifestarse de varias maneras.

Los riesgos físicos son los más evidentes e inmediatos. Por ejemplo, la deforestación podría desencadenar inundaciones o reducir la pluviometría local, lo que aumentaría los costes de explotación y de seguros en diversos sectores. Los productores de alimentos podrían enfrentarse a un descenso de la producción y de los ingresos a largo plazo al desaparecer los suelos ricos en nutrientes como consecuencia de la agricultura intensiva.

A eso hay que sumar los riesgos de responsabilidad. Entre ellos se incluyen los costes legales y de reputación derivados de las demandas presentadas contra las empresas que presuntamente causan daños ecológicos.

Ya existen varios modelos de riesgo que las empresas pueden utilizar. La ONU, por ejemplo, ha desarrollado un marco de estadísticas y cuentas comparativas a nivel internacional que permite a los inversores cotejar la contabilidad ambiental para tomar decisiones bien fundamentadas –al igual que comparan las cuentas económicas sobre el producto bruto, el comercio o el gasto.  Actualmente se utiliza el Sistema de Contabilidad Económica Ambiental (SEEA) para calcular los avances en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible6.

También hay modelos con base científica, como el marco de referencia de los Límites Planetarios, que ayuda a las empresas a cuantificar su contribución a la extinción de especies por cada millón de USD de ingresos generados7.

Estos modelos podrían servir de base para la divulgación de información financiera relacionada con la naturaleza, como la inclusión de datos en los informes trimestrales sobre la huella en la biodiversidad, así como para los objetivos de las empresas en cuestiones tales como la protección de las especies o la restauración de hábitats.

Algunas empresas se dan más prisa que otras. El conglomerado de lujo Kering ha desarrollado unas cuentas de pérdidas y ganancias ambientales (EP&L, por sus siglas en inglés) para medir y cuantificar el impacto de su actividad en la biodiversidad y el medio ambiente. Se ha comprometido a reducir su huella de EP&L en un 40% en toda su cadena de suministro de aquí a 20258.

Para otras empresas, la divulgación de información sobre biodiversidad es una obligación legal.

En Francia, la nueva normativa introducida en 2019 exige a las entidades financieras –incluidos los bancos, los inversores y las aseguradoras– que publiquen esta información en sus estados financieros.  

Las ventajas de invertir en iniciativas para frenar la pérdida de biodiversidad podrían ser considerables.

La nueva pérdida neta cero: biosfera y finanzas

El papel de las empresas para frenar la pérdida de biodiversidad no debe limitarse a la mitigación de riesgos y a la transparencia en la elaboración de informes. La inversión en bienes de capital de las empresas también puede reorientarse a la reparación del daño causado al ecosistema.

Las ventajas de esta inversión podrían ser considerables.

Aquí es donde pueden ayudar modelos tales como la métrica de Reducción de Amenazas y Restauración en favor de las Especies (STAR, por sus siglas en inglés). Desarrollada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, una de las organizaciones más influyentes en materia de biodiversidad, la métrica STAR cuantifica el impacto que pueden tener las inversiones de una empresa a la hora de reducir el riesgo de extinción de especies. Puede hacerlo antes de que se realicen las inversiones (preliminar) y también puede medir el impacto de las intervenciones de conservación en el riesgo de extinción a lo largo del tiempo (a posteriori) para un lugar de producción, una unidad de gestión de la tierra, una región o un país concretos. La inversión en capital natural será crucial.

Actualmente, la inversión pública y privada destinada a proteger la biodiversidad asciende a unos 78.000-91.000 millones de USD al año, aproximadamente una décima parte de lo que se considera necesario9 y la mitad de lo que el mundo gasta en subvenciones a los combustibles fósiles10.

Pero esta postura está cambiando. Los responsables de las políticas económicas debatirán un conjunto de objetivos innovadores en materia de biodiversidad para 2030 en la cumbre de la ONU del próximo año –la mayor en una década– que se celebrará en Kunming (China). 

Establecer un nuevo objetivo de pérdida neta cero de biodiversidad al que deban adherirse las empresas podría resultar ser una tarea hercúlea. Pero es lo que necesitamos para sanar la naturaleza y lograr una transformación sostenible de nuestra economía.